
En la charca salta el pájaro, atrapando una rana para el restaurante de la gran avenida; por eso al anochecer comemos los restos de raíces y flores de evasión de nuestros ancestros y nos ponemos las medias en la cabeza con tal de huir de las ciudades y volver al origen, no hemos nacido para conversar pero tampoco para bombardearnos o ir a grandes almacenes, no es el buen salvaje de Rousseau, se trata hablando en plata de ser buen animal dentro de nuestra condición de hombres, ser en la naturaleza, y ya que por, para ella, no a costa de ella o fuera de ella o a pesar de ella. Para no estar solo siendo animales de grupos y tribus, para no reprimirse en normas y normales limitadoras de instintos animales que nos pertenecen genuinamente más que cualquier gesto de cortesía, para no cuidarnos siendo animales de corta vida e irracionales como el que más, no hacer violencia a lo que en realidad somos y afrontarlo, sea lo que sea, por muchas lágrimas que nos haga brotar nuestra verdadera condición, que con Copérnico, Galileo, Darwin, Freud, Auschwitz se va desgranando para que poco a poco como animales tercos y cabezotas en nuestras preguntas mas también en nuestros errores que somos, nos demos cuenta de una vez que no tenemos ningún significado especial en el universo más allá del que nosotros queramos equivocadamente y atentando a la verdad, darnos para actuar tristemente en consecuencia (autoritaria, petulante y agresivamente). El hombre superior y el superhombre, al igual que el eterno retorno, es ciencia-mística-ficción de un pobre hombre negado en la de por sí escuálida ciencia del momento, y los sistemas anteriores nos parecen igualmente irrisorios e ingenuos en grado máximo. Los pensadores de antaño quizá son los que nos provocan menos burla y mofa justificadamente paternalista desde nuestro momento, porque pensar en un individuo es independiente del desarrollo recursivo de las sociedades a realidades diferentes y acaso a grados más altos, aunque esto último nadie puede asegurarlo. Por el contrario, las religiones ya no ofrecen soporte aceptable a la inteligencia racional vidista y realista, que desea verse privada de ataduras escatológicas. Por ello el amor, el que te quieran y el querer, la libertad, el goce, y el aprendizaje de todo esto llegando a una cierta sabiduría en el conocimiento de uno mismo y de los demás y la consiguiente compasión inteligente y sabia benevolencia hacia todo y todos, del que uno mismo forma parte. Por medio del disfrute, del goce sin culpa y sin reverso, se accede a nuestro patrimonio a un tiempo terrenal y en cierto modo religioso, trascendente; y a veces voluntariamente se rozan éxtasis en la tierra juntando nuestras armas para vivir con maestría; y no para merecerse un paraíso que nadie sabe si existe que vendrá en otra vida, dejando a un lado los problemas de estos, sino llegando al compromiso con la tierra y con la vida terrenal, adjetivando vida para recalcar que es la de aquí y ahora, la del carpe aeternitam que se deriva de un desarrollo cualitativo del carpe diem.